«Poder decidir sobre nuestra salud, nuestro cuerpo y nuestra vida sexual es un derecho humano básico.»
Tener autonomía no es otra cosa que ejercer el derecho a tomar decisiones sobre la propia persona y el propio cuerpo, y a que las mismas sean respetadas sin que existan presiones, condicionamientos, amenazas ni imposiciones aplicadas desde los gobiernos, desde la sociedad o desde las iglesias.
El derecho a decidir es la autonomía y la libertad que tiene toda persona a tomar sus propias decisiones sobre su vida, su cuerpo, su futuro. Ninguna persona o autoridad puede impedirnos hacer ciertas cosas que queremos hacer, ni obligarnos a hacer lo que no queremos.
Las mujeres y las personas con capacidad de gestar son sujetos de derechos humanos, y por lo tanto, tienen la capacidad, autoridad moral y libertad para tomar sus propias decisiones, más si se trata de la autonomía de su cuerpo. En los ámbitos de la sexualidad y la reproducción, el derecho a decidir es fundamental y sólo puede ser ejercido cuando existen las condiciones necesarias y son respetadas, sin que existan presiones, condicionamientos, amenazas ni imposiciones que provengan de la pareja, la familia, la sociedad, las instituciones, los Estados o las iglesias.